De la unipolaridad a la multipolaridad

Históricamente Suramérica –y toda Latinoamérica- fue una región de influencia exclusiva norteamericana, por ello se anota que se trataba de una región unipolar, donde predominaba un único polo dominante, los Estados Unidos. USA determinaba durante el período de la ‘guerra fría’ las amenazas regionales, las hipótesis de conflicto regional y lideró y si se quiere impuso una arquitectura de seguridad basada en el TIAR –Tratado Interamericano de Asistencia Recíproca- y acuerdos bilaterales y teniendo a la OEA como el ‘paraguas’ político.

Pero terminada la confrontación Este-Oeste todo lo anterior empezó a modificarse. Desde la guerra de Malvinas entre Argentina e Inglaterra ya el TIAR había empezado a hacer agua al mostrar que Estados Unidos no lo aplicaba para ayudar a su aliado argentino si se trataba de una confrontación con su aliado histórico, Inglaterra. La OEA igualmente se fue modificando en su composición de afiliados y adquiriendo mayor autonomía de USA y fueron ganando elecciones gobiernos de centro-izquierda en la mayoría de países de la subregión. Igualmente Brasil, fue dejando de lado su bajo perfil en política exterior y se fue proyectando como un jugador global, protagonista de primera línea en los escenarios internacionales, con intenciones además de ser una especie de vocero de la subregión.

En ese nuevo contexto subregional y ante una política hacia Latinoamérica ‘descuidada’ por parte de Estados Unidos, empiezan a hacer presencia actores globales de primer nivel. Rusia, busca recuperar las alianzas de la antigua Unión Soviética con Cuba, ahora no bajo un lente ideológico sino por razones geoestratégicas y encuentra en Venezuela un cliente-aliado para su industria militar –Venezuela igualmente encuentra así un sustituto a su proveedor tradicional, Estados Unidos, quien decidió suspenderle las ventas por falta de confianza política al actual gobierno-; pero adicionalmente Brasil firma un amplio convenio de cooperación militar con Francia para su reposición de equipos estratégicos, la compra de aviones caza de última generación y submarinos –incluido uno de propulsión nuclear-; Bolivia y Ecuador igualmente hacen pedidos de armas a Rusia y China igualmente hace presencia en la región, no sólo con el ‘poder blando’ de la inversión de capital –algunos estiman inversiones superiores a veinte mil millones de dólares especialmente en países del Como Sur- sino igualmente como proveedor de armas a Venezuela y otros países de la subregión. También Irán encuentra en Venezuela a un aliado en la región, no sólo para romper su aislamiento internacional, sino para venderle armas; pero también Brasil, como protagonista global, va a apoyar el derecho de Irán a desarrollar su propio programa nuclear con destino a una utilización no militar. Adicionalmente otros países europeos le han vendido equipos militares a países de la subregión, especialmente a un gran comprador como lo es Chile.

Colombia por su parte se mantiene como el aliado más sólido de Estados Unidos en la subregión y ampliaron su acuerdo de cooperación militar para permitir el uso de siete bases militares colombianas a tropas, buques y aviones norteamericanos.

Todo lo anterior llevaría a la conclusión que Suramérica ha dejado de ser un escenario exclusivamente unipolar –el área histórica de influencia norteamericana- y ha pasado a ser un campo en el cual hacen presencia, por ahora, y buscan posicionarse otros actores globales, no para re-editar nuevas ‘guerras frías’ sino por razones de tipo geoestratégico y especialmente geoeconómico –alianzas con proveedores de recurso estratégicos como Venezuela y Bolivia y/o de recursos naturales de primer nivel como Brasil.