Reforma neoliberales y crisis política en Venezuela (1989-1999)

El discurso neoliberal fue acogido en Venezuela por pocas instituciones. Tanto Carlos Andrés Pérez como Rafael Caldera llegaron a sus segundos periodos de gobierno no sólo con un discurso moderado sino claramente antineoliberal, en contra del Fondo Monetario Internacional y de los vejámenes de la deuda externa, y a favor de mantener el peso del Estado Venezolano. Sin embargo, al poco tiempo de asumir el poder ambos gobiernos cambian totalmente de discurso; en el caso de Pérez apenas en días.

A Caldera le corresponde tomar el poder en un contexto aún más complicado, ya que aunado a los sucesos de febrero de 1989, se producen dos alzamientos militares en 1992 que con poco apoyo popular ponían de manifiesto la debilidad del sistema, sobre todo de unas fuerzas armadas que durante cuatro décadas habían demostrado su lealtad y subordinación al ejecutivo nacional, sobre todo en la década de 1960, cuando se produce la insurgencia guerrillera en Venezuela. Ante esta crisis política, Caldera recibe también una crisis económica que estalla en el sector financiero al iniciarse su gobierno, lo que condicionó la aplicación de las medidas neoliberales hasta 1996, cuando —aparentemente dominada la presión popular y la estructura militar— se inicia un nuevo periodo de este gobierno marcadamente neoliberal.

En Venezuela, hay que decirlo claramente, el neoliberalismo nunca ganó elección alguna, quienes propusieron abiertamente o por sutileza políticas gubernamentales de libre mercado han sido históricamente rechazados por la población venezolana. Los intentos de la burguesía nacional por llevar al gobierno a hombres de pensamiento liberal como Uslar Pietri, Pedro Tinoco, Diego Arrias, entre otros, han fracasado. Los gobiernos que aplicaron el neoliberalismo en Venezuela —los segundos gobiernos de Carlos Andrés Pérez y Rafael Caldera— lo hicieron bajo la manipulación, el primero recordado por la nacionalización petrolera, el pleno empleo, la Venezuela Saudita de la década de 1970; el segundo considerado como el pacificador, el hombre equilibrado, que atacó a Pérez como traidor y en cierta forma justificó los sucesos de 1989 y 1992 y, con ello, logró el apoyo popular.

Así lo expresa el politólogo Aníbal Romero:

La gente votó por Pérez buscando la reedición del espejismo Saudita de los años setenta. De ahí que el experimento reformista haya naufragado tan rápida y decisivamente en medio del tumulto del inolvidable 27–F. ¿Neoliberalismo? ¿Modernización? ¿Competitividad? ¿Productividad? ¿Globalización? ¡Jamás! Los venezolanos nunca hemos votado por eso ni estamos dispuestos a hacerlo ahora.

Esto no quiere decir que el modelo neoliberal no haya sido aplicado. Sólo como referencia citemos un informe de la embajada estadounidense en Venezuela, que con beneplácito reconocía como positivo que

[...] en Venezuela no existen prácticamente restricciones cuantitativas para productos industriales, excepto por la prohibición de carros, ropas y cauchos usados. Como parte de adhesión al GATT Venezuela acordó eliminar progresivamente todas las restricciones cuantitativas que colindan con el GATT en diciembre de 1995.

Además de la apertura económica, quizás lo más representativo del neoliberalismo en Venezuela fue la llamada apertura petrolera iniciada por Carlos Andrés Pérez, pero desarrollada fundamentalmente por el segundo gobierno de Rafael Caldera; como sucedió en otros países de América Latina, en Venezuela esta apertura económica vino acompañada de un fortalecimiento del régimen de opresión que comenzó con el genocidio del 27 y 28 de febrero de 1989, pero que continuó en los ataques a las huelgas, a los sindicatos, intervención de la prensa y represión al movimiento estudiantil.

Lo cierto es que este modelo que después de seis décadas intentaba sustituir el modelo rentista, no fue bien aceptado política y socialmente, cuyo rechazo se manifestó desde los movimientos sociales del 27 y 28 de febrero de 1989 —apenas a tres semanas de haber asumido el gobierno Andrés Pérez—, en las rebeliones militares del 4 de febrero y el 27 de noviembre de 1992 y en la definitiva salida de Andrés Pérez de la Presidencia el 20 de mayo de 1993. A pesar de la severa crisis política, este gobierno celebró haber logrado el crecimiento del PTB del 10% entre 1991 y 1992, haber disminuido la inflación que llegó al 100% en 1989 a un 32.5% en 1992; sin embargo, el PTB cae 1% en 1993 y la inversión de capital privado disminuyó 58% en 1989 y 135% en 1990.

Pero quizás lo más importante en este periodo es que, a pesar de las intenciones del Octavo Plan de la Nación de lograr el "gran viraje" y dejar de ser una economía rentista para convertirnos en una economía competitiva y productiva, no tuvo resultados. El aparato económico privado no respondió a pesar de los estímulos, quedando la responsabilidad nuevamente en Petróleos de Venezuela (PDVSA) y en el sector petrolero, que asumieron desde entonces un plan de expansión y la política de apertura en esta área, que luego fue profundizada por el gobierno de Rafael Caldera. Asimismo, los monopolios toman proporciones gigantescas y, sobre todo, los vinculados al capital internacional y al sector financiero y especulativo, mismos que se convirtieronen los sectores de mayor crecimiento en la economía nacional.

En 1993 Rafael Caldera llega por segunda vez al poder, aprovechando su posición en la coyuntura del golpe de Estado de 1992, con un discurso populista de negarse a continuar el modelo neoliberal iniciado por Carlos Andrés Pérez; lo cierto es que debido a la crisis económica y a la terrible situación política y social luego de la salida de Carlos Andrés Pérez y en el gobierno provisional de Ramón J. Velásquez, Caldera se ve obligado a aceptar los acuerdos con el Fondo Monetario Internacional (FMI). En 1994, durante su primer año de gobierno, comienza con la crisis financiera más grande del país, producto del crecimiento descontrolado en el gobierno anterior, lo que obligó a que el Estado tuviera que asumir la responsabilidad con los ahorristas, para lo cual destinó casi 60% de las exportaciones petroleras de ese año.

Caldera recibe el gobierno con una balanza comercial deficitaria de dos mil millones de dólares; las reservas internacionales en 12 mil millones de dólares; caída de la demanda interna, –6.6%; disminución de la inversión publica, –7.4%; caída de la demanda externa, 39.8%; inflación, 46%; un dólar a 100 bolívares, decrecimiento del PTB, –2.1%; déficit fiscal, 7%; es decir, una crisis generalizada, lo que llevó a ese gobierno a una fuerte política impositiva, que condujo a que, por primera vez después de 50 años, los ingresos fiscales no petroleros fueran mayores que los provenientes de esta actividad.

En 1994 se produce una devaluación y un control de cambio, cotizándose el dólar a 170 bolívares. A partir de 1996, con la Agenda Venezuela se da continuidad a la política económica neoliberal, el dólar llega a cotizarse en 1998 a 750 bolívares, la inflación supera la cifra record del 100% y a pesar del crecimiento en las exportaciones petroleras en PTB cayo –2 %. Pero quizás lo más criticable del gobierno de Caldera fue la eliminación de las prestaciones sociales a los trabajadores y la profundización de la política de apertura petrolera que, básicamente, representa un retroceso a la época del predominio de los grandes trust petroleros sobre nuestra nación, encaminándose hacia la privatización de PDVSA y la disminución intencionada del papel protagónico de la Organización de Países Exportadores de Petróleo (OPEP) como regulador del mercado petrolero mundial.