La semántica, lejos de ser una disciplina aislada, se revela como un espacio de encuentro donde convergen la lingüística, las ciencias cognitivas, las humanidades y la tecnología. La capacidad que demuestra el significado es un proceso dinámico, moldeado por la mente, la cultura y las herramientas que usamos para comunicarnos.
El lenguaje está arraigado en realidades físicas, psicológicas y sociales. La filosofía del lenguaje nos recuerda que las palabras no solo nombran, sino que construyen nuestra percepción de la realidad. Por ejemplo, debates sobre identidad de género muestran cómo cambios semánticos el uso de "elle" reflejan transformaciones sociales. La semántica, entonces, no solo describe significados, sino que participa en su evolución.
En la era de la inteligencia artificial, la semántica enfrenta nuevos retos, aquí la colaboración entre lingüistas e ingenieros es crucial, intentando imitar el lenguaje así como la comprensión humana pero aún tropiezan, esto revela que el significado no es solo un código descifrable, sino un acto interpretativo ligado a la experiencia compartida. El futuro de la semántica está en su capacidad para adaptarse a nuevos formatos (memes, emojis, realidad virtual).
En conclusión la semántica, como estudio del significado en el lenguaje es puramente lingüístico y establece conexiones fundamentales con otras áreas del conocimiento. Estas relaciones demuestran que el significado no es un fenómeno aislado, sino que se entrelaza con la cognición, la cultura, la tecnología y hasta la filosofía.